Sin pretensiones investigadoras sobre la guerra civil, al uso de especialistas como Casanovas o Viñas, se propone desmontar los peligrosos silencios presentes en obras revisionistas como la de Pérez-Reverte tan ensalzada por la caverna mediática.
En el prólogo del libro se aborda la memoria histórica. Sobre esta cuestión la autora declaraba en una entrevista al medio Palabras Mujeres:
Es una cuestión de verdad, justicia y reparación hacia las víctimas. Durante toda la Transición, como ya hemos comentado, se gestó la política del olvido. La amnistía de 1977 fue la verdadera ley de punto final para el franquismo y los partidos (cada uno por diferentes razones) decidieron no mirar atrás. La política del olvido propició que la historia de los vencidos sobre la guerra y la represión se mantuvieron en el ámbito privado. Yo misma me pasé mi adolescencia escuchando a mi abuelo contar donde estaban las fosas comunes y los asesinados enterrados en las cunetas en mi pueblo, al sur de Ávila, donde no hubo guerra, sino ocupación y exterminio, como en toda Castilla y León. Durante la Transición y los catorce años de gobierno de González, memoria era sinónimo de rencor y reconciliación de olvido. Pero la sociedad no quería olvidar. Esto lo expresó muy bien Tomás y Valiente a finales de los años 80 en unas jornadas sobre la Justicia en la guerra con las siguientes palabras: “nadie tiene mentalidad de revancha, ni de venganza, pero no nos engañemos, nadie tiene mentalidad de olvido”. El hecho de que no se haya podido recuperar, dignificar y reparar en la medida de lo posible la memoria de los vencidos tiene consecuencias políticas y sociales. La memoria es la base de la democracia y, mientras se siga diferenciando entre víctimas de primera y víctimas de segunda sepultadas en cunetas, la calidad democrática dejará mucho que desear. Tras 80 años de Guerra Civil sigue existiendo una tensión entre dos memorias, la predominante heredera del franquismo y la minoritaria, para quién la República representa el último referente democrático frustrado por un brutal golpe militar, una guerra, una dictadura fascista de 40 años y una transición que supuso una de las más delicadas reformas de gran parte del franquismo. Y que existe esta tensión entre memorias históricas no cabe duda, pues, fíjate, aún hoy, tras décadas de investigaciones históricas, hay que seguir insistiendo en que no todos fueron iguales; de hecho, nuestro libro es un ejemplo de esto, un intento de recuperación de nuestra historia y de nuestra memoria democrática frente a los relatos equidistantes.
Silvia Casado es profesora de historia en un instituto, defensora de la enseñanza pública y defensora de los derechos humanos.
Carlos Liria es profesor universitario de filosofía. Fue uno de los más destacados intelectuales en los inicios de la formación política Podemos. En los 80 alcanzó una gran popularidad como guionista de la exitosa serie televisiva La Bola de Cristal, cargada para algunos de filosofía materialista. Marxista convencido, en la triada platónica: verdad-justicia-belleza, ve la propia de la Ilustración: libertad-igualdad-fraternidad. Un lema revolucionario que comenzó guillotinado un rey y que a su juicio nos sigue dando unas bases sólidas para constituir sociedades republicanas en estado de derecho, asentadas en la Razón de la Ilustración. El tratamiento que se da en el libro a la figura de Besteiro, como la de un buen hombre que se dejó engañar, trasluce un espíritu kantiano al que no quiere renunciar. Muy cuestionado por marxistas y marxianos, en la actualidad está muy presente en conferencias, debates y en su canal de youtube “La Filosofía en Canal”.
El 9 de mayo, en la Biblioteca Pública Ángel González, tenemos una cita con Silvia y Carlos a la que no podemos faltar.